Viajar a Sevilla dicen… es tocar el cielo

Alfredo Flórez - 13/05/25

Este texto va dirigido a lo sucedido durante nuestro viaje a la Feria de Sevilla, ahora con breve retraso pasada de abril al siguiente mes de mayo. Donde se vio y vivió de todo, gracias a la visita de los aficionados que recurren durante estas fechas y festejos además de las indispensables corridas de Toros, todos los días.

La llegada de un grupo de aficionados a la fiesta brava, venidos de diferentes partes de la república mexicana, unidos por una mujer que siendo mexicana y dedicándose al turismo, enlaza su trabajo con el gusto por los toros y las amistades internacionales, que le da el derecho de hacer de su trabajo, un gozo y satisfacción donde puede reunir a su familia. Esta dama es Sofía, quien contagia a sus familiares, empezando por su mamá Tita. Su esposo Julián originario de Francia y su hijo Alexandre contagiado de la fiesta brava que ya se ha inscrito en una escuela para hacerse torero y por su gran afición, ya se ha echado al agua, toreando en tentaderos y haciéndose de amistades entre los toreros que le dan consejos a la hora de tomar los avíos durante sus intervenciones esporádicas.

Esta introducción solo sirve, para ir contando todas las peripecias de un viaje inolvidable formado por Sofi, donde igual tuvimos a aficionados a la fiesta brava, de la capital de México, de Coahuila, Guanajuato, Jalisco, Puebla, Tlaxcala y otras entidades hasta reunir a 17 aficionados a la fiesta brava. Bendita fiesta que puede reunir a gente sensible y ávida de saber la vida del Toro de Lidia y de lo que estos representan en su naturaleza especial de una casta de origen ancestral, y creada por hombres y mujeres estudiosos de lo que es este bravo y noble animal, que pelea por su vida a cambio de ofrecer la suya peleando por que siga su ascendencia, gracias a la llamada fiesta brava.

Y los detalles van de primera línea, desde la invitación a participar en este grupo compacto de aficionados a la fiesta brava y dispuestos a convivir durante esta Feria de Sevilla, que ahora nos une por conducto del Toro bravo.

Fueron tan solo siete días intensos tanto en visitas culturales, de diversión y de aprendizaje relacionado con el campo bravo, culminando con las corridas diarias y cerrar con las delicias de sus diversos platillos, variados en sabores y colores. No por nada se dice que Sevilla se viste de colores y se llega a tocar el cielo, escuchando y bailando sus canticos y movimientos que contagian al más sobrio de los humanos, con tan solo ver y sentir esas entregas del alma, que Dios les ha dado a los originales del sur de España.

Ya reunidos en un palacete reunidos los 17 turistas taurinos, el primer festejo en la monumental plaza de toros, la Maestranza de Sevilla, nos llevamos la primera impresión de un ruedo con el color casi de oro y, la seriedad y el respeto que se guarda por quienes se van a jugar la vida, ante Toros de buena presencia que igualmente, salen dispuestos s defender su vida y su casta. Impresionante verlos hacer el paseíllo sin que se toque paso doble alguno, ni ese Olé, que en casi todas las plazas de América se acostumbra, festejando así el inicio de las corridas de toros. Silencio, respeto y solo algunas palmas, dándoles la bienvenida a los toreros de oro y de plata, más a los de a caballo y sus ayudas los Monosabios.

Son las siete de la tarde, parches y clarines avisan que la corrida va iniciar con la presencia de la autoridad que de pie recibe a todos los actuantes. Nuevamente los clarines anuncian la salida del primer Toro. Y el primer espada con mayor antigüedad de alternativa, será quien reciba a este Toro, que sale al ruedo semi ovalado y solo cuando alguien le cita y le mueve algunos de los avíos, el Toro se va de lejos, rematando en algún burladero, desde donde algún subalterno le invita a que llegue lo antes posible que al jefe de lidia, el Matador de Toros, anunciado en el cartel.

Fotos Alfredo Flórez

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