Mi abuelo Don Leonardo Campos Robles, fué un hombre muy duro. Bohemio si, pero un enamorado de la fiesta brava, respetuoso y exigente con todo lo que tenía que ver con la misma.

Cuando era niño me dijo una frase que me retumba en la cabeza todavía: -Hay hombres que se visten de toreros, y hay toreros... ¿De cuáles quieres ser?- Me dijo cuando era aspirante, cuando viví un tiempo con él en Torreón.

No he ido a ninguna novillada esta temporada, a la bellísima Centenaria plaza de toros San Marcos pero he estado muy al pendiente de los resúmenes fotográficos, así como en video, y principalmente de las crónicas.

Bueno...

En las imágenes de video y fotografías, he visto algo que me pone a pensar y a recordar esa frase de mi abuelo, y con ella reflexiono: hoy los que se visten de toreros, ¿quieren ser toreros, o quieren ser hombres vestidos de toreros?

La profundidad de esa pregunta me retumba, y creo que no hay respuesta hoy en día.

Para ser torero hay que separar al hombre, dejarlo de lado al empezarte a vestir, y ser torero en todos los sentidos.

Hoy en día veo muchas imitaciones en formas, poses, en estilos, pero no en esencia (la esencia del respeto, y de la profundidad del mismo); un ejemplo claro de ello es liarse el capote de paseo, una liturgia que encierra todo el miedo, la devoción, la estética, y como lo hagas, será el reflejo de lo que de verdad quieres ser en esto, y de tu propuesta en el ruedo.

Liarse el capote de paseo es, sin duda alguna, una liturgia.

El capote de paseo es ese compañero que te acompaña en lo que puede ser el último andar; es quien te da ese último abrazo. Quien cubre tus miedos, tus demonios. Tus sentimientos completos se ven envueltos entre flores y colores.

Siendo así...

Nos tenemos que preocupar por qué ese abrazo sea el mejor y más bonito, por qué puede ser el último; tenemos que valorar nuestra esencia, nuestro sentir, nuestro vivir.

Hay que aprender a ser torero después de ser hombre, y dejar de ser  solo ese hombre que se viste de torero...