Certificado de defunción de la inteligencia

MundoToro - 30/07/24

Editorial en el día de la muerte de Paco Camino

Lo peor que le puede pasar a un país o a un espacio común de los humanos es que un personaje astuto pase por ser inteligente. La astucia es el modus operandi de quien no tiene talento, sino oportunismo para medrar sobre el defecto de los demás. La inteligente mejora los defectos de los demás. En política, en empresa, en las artes, hay personajes astutos y personas inteligentes. Hay toreros astutos y toreros inteligentes como consecuencia de la condición humana y lo peor que le pude suceder al toreo, es que un astuto pase por ser un torero inteligente. Paco Camino reúne toda la esencia de la inteligencia en el toreo. Nació con la sabiduría sin pulir, intuitivo para el toreo, evolucionando hasta ser el toreo de inteligencia más pura y artística. Ocupó el espacio que había entre Gallito y Belmonte, para diseñar un torero que aspiró a ser de arte y de valor sin que nadie pueda encasillarlo en una parte u otra.

Teniendo de sobra y para regalar valor y arte, fue torero inteligente para no caber dentro de casilla alguna. Es decir, su inteligencia fue emocional y sensible. Largo, pero con sus tardes oscuras; siendo regular, pero hasta el límite del empacho de éxito que desemboca en lo vulgar. Su alrededor de 30 cornadas le conceden el certificado de torero de valor, de la misma forma que faenas en Las Ventas o en México, o en tantos lugares, le avalan como un torero de arte completo. Camino no cabía en un calificativo ni en varios, ni como torero ni como hombre. Jamás tuvo la docilidad del astuto, sino la libertad del inteligente. Quizá por eso llegó a decir: ‘He hecho lo que ha dado la gana’. Incluso, en Sevilla.

Ocupó el espacio que había entre Gallito y Belmonte, para diseñar un torero que aspiró a ser de arte y de valor sin que nadie pueda encasillarlo en una parte u otra.

Jamás usó esa herramienta que da la astucia y que consiste en rendir esa pleitesía con la que ciertos toreros astutos se relacionaron con la prensa. O con los contextos de entre bastidores taurinos o con el clan de los supuestos cultos. Y, de vez en cuando, usaba su poder, que lo tenía. Casi todos los defectos que se proponían respecto a su toreo y personalidad eran tan mentira, que su respuesta siempre fue la ironía. No la guasa. Se le reprochó su sabiduría y eficacia, y se le halagó por lo mismo. Una cosa tan inaudita como natural cuando el personaje excede al saber de los demás. Por esa razón, jamás se vino arriba en el halago, ni concedió poder a las acusaciones.

En su toreo, un lance era hecho para el segundo, un muletazo pilar de los siguientes, en una construcción admirable de genial arquitecto (no en vano, el artista arquitecto Rafael Moneo bebía los vuelos por Camino), sabía ver al toro porque sabía de toros, algo que hoy escasea en el gremio. Sabía de las suertes porque se sabía el toreo y, muy probablemente, sabía de la vida porque se sabía la vida. Definición de sabio.

Este país donde el astuto pasa por ser inteligente, ejemplificado en nuestro máximo líder político, comienza a penalizar el talento, la verdad, el ir por derecho, pilares todos de la inteligencia cuando ésta es cabal. Estamos a las puertas de anunciar la muerte de la inteligencia en las artes, la política y el toreo. Es muy posible que la inteligencia, la emocional y evolutiva, ya haya muerto y no tengamos el valor de reconocerlo. Porque en su lugar reina la astucia con su corte de estrategas vulgares, incultos y ladinos.

 

Nota y foto tomada de www.mundotoro.com

 

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